La vida de Livia estuvo marcada por las intrigas y por una constante lucha por asegurar la ascensión al trono de sus hijos. Sin embargo fue considerada por muchos como un ejemplo de matrona romana frente a la depravación de su antagonista, Cleopatra y fue el único antepasado común de los emperadores Julio-Claudios.

Hablar de Livia es hablar de la transición de la República romana al Imperio desde una perspectiva diferente a la que ofrecían los campos de batalla de medio mundo conocido. Livia supo utilizar todos los recursos a su alcance, no sólo para mantenerse con vida, sino para mantenerse en una privilegiada posición de poder e incluso influir en el hombre más poderoso del mundo: el emperador Augusto.

Livia nació en el 58 a.C en el seno de una familia de la aristocracia romana, su padre era Marco Livio, miembro de uno de los clanes más importantes de Roma. Su madre pertenecía a una adinerada familia del Lacio, de modo que la pequeña creció conociendo el lujo y la comodidad. La joven Livia destacó por su belleza y a la edad de quince años se casó con su primer esposo, Tiberio Nerón, y le dio dos hijos, Tiberio y Druso.

Cuando estalló la guerra civil entre Octaviano y los asesinos de César, la familia de Livia, su padre y su marido incluidos, se posicionaron del lado de éstos últimos, a los que consideraban unos libertadores. El padre de Livia murió en la batalla de Filipos, posiblemente suicidándose, y Tiberio Nerón cosechó una serie de derrotas que causaron el regreso del matrimonio a Roma en el 39 a.C. En aquel entonces Livia estaba embarazada de su segundo hijo, Druso.

Livia, a su retorno a Roma, comenzó una relación sentimental con Octaviano, lo que supuso un escándalo en la capital por diversos motivos. Para empezar, ella mantenía una relación con el enemigo de su esposo, y además estaba encinta. Pero ahí no terminaron los escándalos de esta turbulenta época en la vida de Livia. Octaviano se divorció de Escribonia, su auténtica mujer, el mismo día en que ésta daba a luz a Julia, la única hija biológica del futuro primer emperador.

Roma vivía unos tiempos tremendamente turbulentos. La rivalidad entre Marco Antonio y Octaviano era cada vez mayor y las clases dirigentes se posicionaban a favor de uno u otro. Por aquel entonces Livia no ocultaba su relación con el rival político de su marido, que para mayor humillación suya, tuvo que asistir a la fiesta en la que el propio Octaviano pidió la mano de su esposa. Parece ser que el enamoramiento de Octaviano hacia ella era sincero. Dotes para enamorar desde luego no le faltaban a Livia pues era muy inteligente y sus opiniones, ya fuera de política o de cualquier otra índole, solían ser acertadas. Si a todo eso se suma que era considerada una de las mujeres más bellas de Roma no es de extrañar que Octaviano perdiese la cabeza por Livia.

Ambos amantes se divorciaron de sus respectivas parejas y se casaron inmediatamente. Al poco tiempo Livia dio a luz a su segundo hijo, Druso. Esto generó mucha polémica pues se llegó a rumorear que en realidad el bebé era fruto de su relación con Octaviano previa al matrimonio. Nada más lejos de la realidad, Druso era hijo de Tiberio pero en la capital los romanos siempre estaban ansiosos de nuevos escándalos para tener de qué charlar. Un poco después del nacimiento de su segundo hijo y de la boda de Livia y Octaviano, el ex marido de Livia murió.

En el año 37 a.C, Marco Antonio, casado con la hermana de Octaviano, partió a oriente para intentar una campaña contra los partos y acabó convirtiendo a la reina de Egipto, Cleopatra, en su amante. La marcha de Antonio dejó a Octaviano como el hombre fuerte de Roma y éste aprovechó su privilegiada posición para aventajar a su rival, obteniendo apoyos y transformando las tensiones entre ambos en un conflicto de Estado. Octaviano nombró a Livia y a Octavia, la esposa de Antonio, con un título que sería equivalente a nombrarlas santas hoy día. El nombramiento conllevaba numerosos privilegios y de hecho, fueron las únicas mujeres en la historia de Roma que ostentaron el título.

Frente a la perversión, depravación y vicios orientales, para el pueblo romano representados por Cleopatra, Livia se erigió como un baluarte de rectitud y de comportamiento ejemplar. Como si sus escándalos anteriores se hubieran olvidado de la voluble memoria romana.

Con Octaviano ya convertido en Augusto, Livia gozó de tremendos honores y privilegios que normalmente sólo se aplicaban a los hombres. Se le permitió administrar sus propiedades y su patrimonio personal sin la tutela de ningún varón. Ni siquiera la de su esposo, Augusto, con quien, por cierto, mantuvo una relación excelente. Solía debatir con él asuntos de Estado e influía en sus decisiones, además de controlar por completo los asuntos de la familia imperial, disponiendo bodas y alianzas convenientes. Algunos incluso la acusan de disponer también la eliminación de personajes molestos o que no encajaban en sus planes. Lo cierto es que no dudó en valerse de intrigas y de todo su poder de influencia para asegurarse la sucesión al trono de su hijo, Tiberio. Livia contaba con toda una red de informadores y personas de confianza repartidas por el Imperio que la mantenían al día de todo cuanto acontecía.

Finalmente, a la muerte de Augusto, Tiberio ocupó el trono imperial. Sin embargo la relación con su madre no era muy buena. En el año 29 de nuestra era, convertida en una anciana de ochenta y seis años, la gran e influyente Livia murió. Tal era la aversión que Tiberio sentía hacia su madre, a quien debía el trono, que ni siquiera acudió a sus funerales. Tampoco respetó sus últimas voluntades ni su testamento. Hubo de aguardar hasta la llegada al poder de su nieto, Claudio, para que Livia fuese deificada y adorada como si fuese una diosa, junto a su amado Augusto, con quien permaneció durante más de cincuenta largos años.

Livia, la emperatriz de Roma por excelencia, fue un referente para muchas mujeres de la corte imperial, tanto por su virtud, como por su arte para obtener lo que deseaba en todo momento.

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La emperatriz Livia. by Daniel Cuadrado Morales. is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International License.

Acento Cultural, número 37, octubre 2017, ISSN: 2386-7213.

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