Es día de carreras en la Antigua Roma. Se nota en el ambiente. Si pudiésemos viajar en el tiempo hacia el pasado para visitar las calles de la Roma imperial nos daríamos cuenta de la importancia que las carreras de cuadrigas tenían en la sociedad. Lo sabríamos porque las calles de la capital del Imperio estarían más vacías que de costumbre, por los carteles anunciando la cantidad de carreras y los nombres de los competidores así como el color de cada una de las corporaciones que corrían.
Hoy en día todos sabemos de qué iba una carrera de cuadrigas gracias a la fantástica película Ben-Hur, a propósito de esta película hay que decir que los caballos que conduce el auriga Charlton Heston, en su papel de Judah Ben-Hur y llamados Antares, Rigel, Altair y Aldebarán, pertenecieron a un vecino de Tomelloso (Ciudad Real). Sin embargo, lo que nos muestra el cine y la cultura popular dista con la realidad que se vivía en las jornadas de carreras en el Circo Máximo de Roma, de modo que en este artículo explicaremos brevemente en qué consistía una carrera y qué elementos eran los más importantes.
¿Qué elementos componen una carrera?
En primer lugar podríamos preguntarnos ¿dónde se celebra una carrera de cuadrigas? Y es que los romanos tenían sus edificios de ocio bien diferenciados según el uso que le fuesen a dar, a saber: el teatro, destinado a las representaciones teatrales (mimo, comedia, tragedia…), el anfiteatro, usado para los famosos combates de gladiadores, fieras y batallas navales, cuyo ejemplo más representativo lo encontramos en el Coliseo, y por último, el que nos interesa en esta ocasión, el circo, donde se celebraban las competiciones de carros. No debe confundirse con el concepto que hoy día tenemos del circo y cuyo origen viene de otra parte. En resumen y para que resulte perfectamente entendible, podemos afirmar que un circo romano es, en esencia, un gigantesco hipódromo. De entre todos los circos destaca el Circo Máximo de Roma, en cuyas gradas podían sentarse unas 250.000 personas, muchas más de las que cabrían en cualquier estadio moderno. La pista del Circo Máximo medía más de 600 metros de largo y unos 120 metros de ancho, quedando dividida en dos por el centro mediante un muro llamado spina. Dicha spina estaba adornada con estatuas y obeliscos y terminaba en unos conos elevados denominados metae. El último elemento importante de la spina son unas figuras de delfines y otras de huevos, situados en los extremos, que se utilizaban para indicar los giros y las vueltas de las cuadrigas. A continuación vemos un mosaico del siglo II en el que está representado el circo de Cartago, donde podemos apreciar perfectamente la spina y las metae de los extremos, ya que los circos romanos seguían todos los mismos patrones constructivos:
Imagen perteneciente a www.arteiconografia.com y conservada en el museo del Bardo, en Túnez.
Ahora que ya hemos visto el edificio, vayamos a otro elemento importante; el auriga. El auriga era el encargado de controlar y dirigir un ligerísimo carro de dos ruedas y tirado por caballos. La mayoría de los conductores de carros eran esclavos o gente de la más baja estofa, pertenecientes a una clase social denominada infame en la que también se incluían gladiadores y prostitutas, aunque sabemos que hubo miembros de la clase patricia que bajaron a la arena del circo a competir, de modo excepcional, claro está. Todos los aurigas estaban inscritos a una de las corporaciones o equipos que corrían en la arena, cada una de las cuales se distinguía por su color. Generalmente había cuatro, a saber: rojo, blanco, azul y verde. En ocasiones se añadieron otros colores, como los púrpuras y los dorados que creó el demente emperador Domiciano, pero rápidamente fueron eliminados. En cada carrera participaban tres carros de cada color y en las gradas las apuestas por la victoria de uno u otro auriga eran frecuentes y muchas veces derivaban en altercados y peleas de gran envergadura, tal era el nivel de fanatismo de los seguidores de cada equipo, algo que nos recuerda a las aficiones de los modernos clubes de fútbol. Y la fama de los aurigas era realmente comparable a las figuras deportivas actuales, podemos mencionar a Diocles, corredor que venció en más de 1.400 carreras y que se retiró a los 42 años de edad y siendo inmensamente rico. Y además era hispano.
Ya hemos mencionado el edificio y a los aurigas, ahora es el turno de un elemento imprescindible para la carrera, un elemento que parece obvio y que es mucho más importante de lo que parece. Nos referimos, como no podía ser de otro modo, a los caballos. Los caballos eran los auténticos protagonistas de la carrera ya que unos animales bien adiestrados podían darle la victoria a su conductor y su corporación. La disposición de los caballos en el tiro de la cuadriga era vital para aprovechar las capacidades de cada uno de ellos. De especial importancia era el animal que iba por extremo más cercano a la spina, pues debía ser lo bastante diestro como para saber cuándo y cómo debía girar para evitar chocar y para conservar la posición.
Mosaico romano representando una carrera de cuadrigas. www.historiayarqueologia.com
Una vez que hemos visto a grandes rasgos los elementos principales de la carrera, nos queda por ver el desarrollo de la misma y conocer al vencedor.
Antes del comienzo se hacía un sorteo entre los aurigas para determinar qué posición ocuparía cada una de las doce cuadrigas en el momento de la salida. La posición más codiciada era la que estaba más cerca de la spina puesto que así el carro recorría menos espacio al girar.
Cuando al fin daba comienzo la carrera unos jueces se encargaban de que todo fuese legal, aunque con frecuencia las corporaciones les sobornaban para que favoreciesen a sus aurigas. Una carrera normal consistía en catorce giros alrededor de la spina, lo que equivale a siete vueltas corriendo en sentido contrario a las agujas del reloj. Los huevos y los delfines situados en los extremos indicaban los giros. Hay que aclarar que en la película Ben-Hur vemos el carro de Messala equipado con unas cuchillas en las ruedas para destrozar las cuadrigas rivales, y que esto es falso, la única arma con la que contaban los aurigas era con un cuchillo que usaban en caso de accidente para cortar las riendas que los unían a los caballos y que llevaban atadas a la cintura. Los accidentes eran muy frecuentes (una carrera sin ellos era aburrida) debido a choques entre los carros o a golpes contra las metae de los extremos de la spina. En cada giro entraba en juego la mencionada destreza de los caballos, pasar demasiado cerca del muro significa estrellarse contra él y la muy posible muerte del auriga, sin embargo, alejarse en exceso podía acarrear perder posiciones. En cada carrera había unas cuadrillas que se dedicaban a retirar los restos de carros, animales y aurigas que se accidentaban para evitar que otros vehículos chocasen con los restos, y debían ser especialmente rápidos, pues las cuadrigas tardaban poco en dar una vuelta y existía la posibilidad de que, al llegar a la zona del accidente, se llevasen a estos trabajadores por delante.
Y por fin, tras una accidentada carrera de catorce giros queda el momento cumbre, el acto final. Queda por ver quien se proclama vencedor. Una carrera de cuadrigas la gana el primer carro que completa las siete vueltas reglamentarias y, aquí está lo curioso, no importaba que la cuadriga llevase a su auriga sobre ella, lo importante era que cruzase la meta la primera, si el pobre conductor había quedado tendido en la pista tras caerse o ser arrollado por otros carros era algo secundario para los espectadores. De nuevo aquí se pone de manifiesto la pericia de los caballos, que deben seguir solos a pesar de que no hay nadie que les dirija.
Tras el fin de la carrera muchas personas en el público cobraban o pagaban el dinero que habían apostado, cantidades enormes en muchas ocasiones. Tal era la pasión que los romanos sentían por las competiciones de cuadrigas que incluso había personas que se apostaban su propia libertad, convirtiéndose en esclavos si perdían. En muchas ocasiones las peleas entre las aficiones de las distintas corporaciones terminaban en auténticas batallas campales. De hecho, las carreras siguieron celebrándose después de que los combates de gladiadores se prohibiesen y mucho tiempo después de la caída del Imperio romano.
Daniel Cuadrado Morales.
Carreras de cuadrigas, el mayor deporte de Roma by Daniel Cuadrado Morales is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International License.
Acento Cultural, número 31, marzo 2017, ISSN: 2386-7213.
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