“Hijo, no te bañes todavía…”; “aún no has hecho la digestión, Pedro, juega en la sombra…”; “¿mamá, me puedo bañar ya?…han pasado dos horas…”; “cariño, dúchate antes de bañarte…”; “no te tires directamente, mójate la nuca y los brazos…”.

Época estival, unas fechas en las que, prácticamente, la totalidad de la población ha oído (o dicho) estas célebres frases provenientes de nuestras queridas e inseparables madres. Unos comentarios que tienen su procedencia directa en el mal llamado “corte de digestión”. ¿He dicho mal llamado? Sí, así es. He de decir que tal expresión, socialmente muy conocida y utilizada, no responde a los mecanismos producidos en un organismo que, tras la ingesta de comida, decide sumergirse en el agua, por lo que, de aquí en adelante, no se podrá hablar (o no se debería) del “corte de digestión” como patología asociada a la inmersión en agua. En definitiva, no existe.

Ahora bien, es bien conocido, y por algunos presenciado, el gran número de veces en las que un niño o adulto ha sufrido una serie de sintomatología -náuseas, vómitos, mareo, visión borrosa, desvanecimiento, etcétera- tras meterse en el agua del mar o una piscina sin respetar los tiempos fisiológicos de digestión de los alimentos (de 1 a 4 horas según el alimento y la situación del individuo). Incluso, se ha visto que tal fenómeno ha provocado la muerte, sobretodo en edades extremas (ancianos o niños), donde la funcionalidad de los órganos vitales se ve sobrepasada por las demandas que exige una situación de estrés como la que estamos tratando.

De esta forma, procedemos a relatar, en términos generales, los mecanismos originados tras la ingestión de alimentos y una inmersión en agua, por lo general, a temperatura mucho menor que la ambiental. Unos mecanismos que van a responder al término de Hidrocución o Shock termodiferencial.

Una vez que el aparato digestivo recibe los alimentos, se ponen en marcha una serie de reacciones enzimáticas (las encimas son moléculas que intervienen en el metabolismo) que van a tener como fin último la absorción de nutrientes y la expulsión de desechos, proceso conocido como digestión. Para llevar a cabo estas reacciones, el aparato digestivo requiere un adecuado aporte de oxígeno, el cual es suministrado a través de la sangre. De esta forma, para una mayor concentración de oxígeno, los vasos sanguíneos del aparato digestivo reclutan una mayor cantidad de sangre, disminuyendo la perfusión sanguínea (cantidad de sangre aportada a un tejido) en la periferia (piel) y el cerebro (es por ello por lo que después de comer sentimos la necesidad de dormir o una dificultad en la concentración: nuestro cerebro recibe menos aporte sanguíneo).

Así pues, si durante el proceso digestivo nos sumergimos en el agua fría, sin ningún tipo de aclimatación, la sangre, para compensar el descenso de temperatura provocado por el contacto de la piel con el agua, se desplazará hacia la periferia, disminuyendo el aporte en el territorio digestivo y el cerebro, que ya hemos comentado que se encontraba con un riego sanguíneo disminuido. Como consecuencia, el cerebro puede exponerse a una situación de hipoxia (disminución de oxigeno), apareciendo el desvanecimiento (síncope) y sintomatología asociada a tal síncope, como es el caso de las náuseas y los vómitos. Vemos, por tanto, como dicha sintomatología no responde a un “corte” en la digestión, sino a un conglomerado de mecanismos hemodinámicos (relativos a la circulación sanguínea) que son alterados tras la exposición del organismo a temperaturas bajas.

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¿Cómo evitar la hidrocución?

A fin de prevenir el fenómeno comentado, es recomendable esperar entre 1 y 3 horas según el tipo de comida que hayamos ingerido, ya que no es lo mismo comer un plato de legumbres que un sándwich vegetal con pan integral. Asimismo, es preferible hacerlo a la sombra, ya que las altas temperaturas van a favorecer una dilatación de los vasos sanguíneos periféricos (presentes en la piel y grandes músculos) y un incremento de sangre en tales zonas, disminuyendo el aporte en el territorio digestivo y, como consecuencia, dificultando la digestión.

Finalmente, es preferible adecuar la piel a la temperatura del agua, mojándonos de forma progresiva cabeza, extremidades y tronco. Vemos, de esta forma, que la función de las duchas en las piscinas no es sólo “limpiar los cuerpos” para mantener una adecuada higiene en el interior de las piscinas.

Carlos Berlanga Macías.

Más información en:

Rovira Gil E, Garcia Fernandez C. Ahogamiento e hidrocución. En: Rovira Gil E. Urgencias en Enfermería. Vol. II. Madrid: Difusión Avances de Enfermería (DAE); 2005. p. 539-546.

http://www.ingesa.msc.es/estadEstudios/documPublica/perioRevistas/pdf/otros/SUE_Ceuta_V4_N20_2008.pdf

http://repositorio.ual.es:8080/jspui/bitstream/10835/2516/1/Soporte%20Vital%20en%20ahogamiento-%C3%81lvaro%20Masegosa%20Casanova.pdf

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Acento cultural, número 10, junio 2015, ISSN: 2386-7213

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