El 3 de abril de 1793, Jacques Luis David gritó a todos los asistentes en la sede de la Convención Nacional que, si un hombre como Marat era asesinado, a él también deberían matarle, aunque nadie le hizo demasiado caso. El 13 de julio del mismo año, sus miedos se convirtieron en realidad.
Desnudo moribundo hacia su costado derecho. Agónico de limitadas fuerzas como para mantener cierto orgullo en su desangrado. Último suspiro (título original) de quien apenas pudo defenderse, postrado en la bañera por su enfermedad de la piel. Está muriéndose solo, llevando en su mano izquierda una carta y pisando con este brazo otros papeles; mientras con la derecha, colgante, sostiene aún una pluma muy cerca del hiriente puñal. Una caja que sirve tanto de mesa como de dedicatoria del pintor, posee sobre sí misma otra pluma más, un tintero, otra carta y un billete doblado. Una tela verde, la sábana blanca manchada de sangre y el tenue fondo completan los elementos de una escena de un hombre, cuya representación nos muestra que vivía en la austeridad.
Este cuadro demuestra acertadamente la conjugación del retrato con la pintura de historia. De academicista a regenerador de la escuela francesa, dijo Apollinaire de Jacques Louis David (1748-1825), aunque fue Baudelaire quién recuperó su figura. La Historia del Arte le ha enfrentado a toda la modernidad desde su vinculación con la Francia Revolucionaria. Contemporáneo de Goya, su pintura, encuadrada en el neoclasicismo francés del que se le considera fundador, mezcla el pasado clásico con las influencias de los Carracci y de Caravaggio. Tuvo influencia en la sociedad como pintor de la Revolución y de la corte de Napoleón, siendo transmisor y constructor de una nueva realidad que estaba por venir. Fue también diputado por París y votó a favor de la ejecución de Luis XVI, aunque según algunos historiadores fue una más de las muchas que aprobó u ordenó.
Teatralidad y engaño en sus obras. Un único defecto tenía el gran David en su pintura: la generación de espacio y ambiente, obstáculo resuelto en numerosas ocasiones gracias al trabajo de los discípulos de su taller. Esto se percibe en piezas que tienen un paisaje o un entorno arquitectónico. Por eso, en esta obra hay un retrato sin perspectiva, no mostrando así sus limitadas aptitudes para esta empresa, la cual (todo hay que decirlo) era compensada con su facilidad para resolver la complejidad de la figura humana gracias a su provechosa estancia en Italia. En el fondo neutro y abstracto de La muerte de Marat manifiesta silenciosamente su limitado talento para la profundidad, quedándose el entorno descontextualizado como si se tratara de una ilusión teatral.
No era Jacques Louis David un artista que narrara la veracidad pues, posiblemente, nada fue así en favor de la correcta transmisión de un mensaje. En esta obra idealizada ni estaría desnudo, ni habría una carta en su mano, ni un billete de 5 francos con la marca de agua del Rey (doblado) sobre el cajón que posee la misma proporción que el cuadro. Pero todos los elementos nos cuentan la historia de Marat en su contexto político y social, de manera que el espectador que conoce el significado de los mismos, puede reconstruir las piezas de esta obra (teatral) de arte.
Jean-Paul Marat (1743-1793), científico y médico, fue su pasión por el activismo político (desde 1788 se dedicó exclusivamente a este ámbito) lo que le produciría la muerte. Enérgico y crítico ensayista, director y escritor del periódico radical El amigo del pueblo, jacobino y cercano tanto a Robespierre como a los más necesitados. Soñaba con una Francia sin Rey, republicana y con sufragio universal. Pero su notoriedad tenía detractores y enemigos en una época convulsa en Francia conocida como “el reino del terror”, durante los primeros años de la República.
David le retrata como le vio un día antes de su muerte, ya enfermo y sumergido para calmar su dolencia de la piel. El puñal del suelo fue empuñado por la que fue su verdugo, la girondina (opuesta a los jacobinos) Charlotte Corday (1768-1793), quien tras haber solicitado una cita para visitarle, aprovechó la oportunidad para cumplir órdenes. En la carta que mantiene Marat sobre el improvisado tablero se lee: «13 de Julio de 1793. De Marie Anne Charlotte Corday al ciudadano Marat: la terrible desgracia que tengo me da derecho a pedir vuestra amabilidad…«, mensaje con el cual fue engañado. «Dispondréis esta asignación para esa madre de cinco hijos cuyo marido murió en defensa de la patria…«, decía la última de sus notas, claramente empleada para ensalzar la figura del yacente.
El espectador contemporáneo a su creación hacía su lectura de la obra influenciado tanto por los elementos de la misma como por su propia ideología política. Una nueva muestra de que el arte ha sido (es y será) empleado en favor del mensaje político. Marat herido en un costado como Cristo, limpio y puro en una muerte que debió ser más cruenta y dolorosa. El puñal como reliquia de un mártir laico de la patria en una escena que asemeja un “descendimiento de la Cruz”. Charlotte mató a Marat, pero ella únicamente fue el último eslabón y verdugo de un hombre que, según lo que nos cuenta el autor, murió en defensa de la Francia revolucionaria. Un crítico dijo al ver la obra colgada en la Convención Nacional de Diputados del 15 de noviembre de 1793: “el rostro expresa una bondad suprema y un espíritu revolucionario ejemplar llevado hasta el punto del sacrificio«.
Fue su Marat una de las tres obras sobre “mártires de la Revolución”, nexo perfecto entre lo antiguo y lo contemporáneo, aunque sólo este sobrevivió pues, La muerte de Lepeletier (1793) fue destruido en la reacción termidoriana, y La muerte de Bara nunca fue finalizado.
He aquí una muestra más del arte como instrumento político y vehículo de expresión de las tensiones e intereses sociales, reduciendo en esta obra el género histórico y simplificando la narración a través del único protagonista y los objetos que le acompañan. Únicamente si conocemos la historia que hay detrás, podemos interpretar la unión de todos los elementos en una misma narración.
Ricardo Ortega Olmedo.
Historiador del arte.
La muerte de Marat, 1793.
Jacques Louis David.
Museo Real de Bellas Artes de Bruselas.
Óleo sobre lienzo.
165 cm × 128 cm.
Más información:
Conferencia impartida por Miguel Ángel García Hernández, Profesor Ayudante de Historia del Arte en el Departamento de Historia del Arte de la Facultad de Geografía e Historia de la UNED. Bajo el título “El arte de morir la muerte del arte: Jacques-Louis David y La mort de Marat”, Miguel Ángel propone una novedosa lectura del gran cuadro de David a la luz de los acontecimientos de una época, evidenciando la tensas relaciones que se abren en la modernidad entre la política y el arte.
https://www.youtube.com/watch?v=de8BxUTeupw
ArteHistoria: http://www.artehistoria.com/v2/obras/3005.htm
Jacques-Louis David: The Death of Marat: http://www.bc.edu/bc_org/avp/cas/his/CoreArt/art/neocl_dav_marat.html
Great works: The Death of Marat, By Jacques-Louis David (1793): http://www.independent.co.uk/arts-entertainment/art/great-works/great-works-the-death-of-marat-by-jacqueslouis-david-1793-9035080.html
NEVILLE, Katherine. El ocho. Ediciones B, Barcelona, 2001.
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Acento cultural, número 10, junio 2015, ISSN: 2386-7213
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