Vivimos una época en la que los deportistas aumentan su impacto en la sociedad debido a la relación entre su imagen y la publicidad. A todos nos vienen ejemplos particulares de cómo el deportista determinado anuncia zapatillas, gafas de sol e incluso seguros. Por lo tanto, su repercusión en la sociedad va más allá de la propia actividad que desempeña.

Sería muy exagerado llamarle héroes aunque, cuando alguno de estos atletas forma parte de una entidad superior (un equipo), únicamente unos pocos son considerados como tales para los aficionados de uno u otro club, como es el caso del fútbol o el baloncesto, pero que de igual manera sucede en los deportes individuales, produciéndose en este caso una vinculación con una nacionalidad o una región determinada.

El inicio del deporte como una práctica controlada caracterizada por una competición, nos traslada a la antigua Grecia, a la zona de Olimpia donde se celebraban sus Juegos en honor a Zeus. Una celebración que se llevaba a cabo cada cuatro años como honra a los dioses y acontecimiento de unidad y paz entre las polis, siendo disputados entre los años 776 a.C. y 393 d.C.

Entre los numerosos griegos (pertenecientes a importantes familias) que participaron durante siglos, uno de ellos, un vencedor de todas las pruebas del pentatlón, se mereció una estatua de bronce en su honor. Mirón (480 a.C. – 440 a.C.) fue el autor de este héroe (des)conocido por las copias romanas en mármol, cuya pervivencia en el tiempo fue fijada en una pose como lanzador de disco, de aparente tensión muscular que no tiene tal reflejo en su rostro.

El Discóbolo es una de las obras de arte más reconocidas. Sabemos que la original fue realizada en bronce por lo que las fuentes más fiables han hablado de Mirón, diciendo de él que era un excelente tratador de este material. Formalmente se trata de un mapa de anatomía humana dotado de equilibrio. Hay una visión lateral de la figura que aparentemente rompe completamente la ley de frontalidad de la estatuaria más arcaica (conservando elementos de la tradición egipcia pues ha creado una disposición que muestra lo más destacado del cuerpo), compensando la detención de ese movimiento cargado de fuerza mediante cuatro poderosas diagonales que equilibran la disposición de los brazos, las piernas y la torsión del cuerpo.

En cuanto a su canon, entendido como proceso de abstracción y obtenido gracias al número, es esbelto, a pesar de que hay una clara musculatura que no llega a ser excesiva. Esta sirve de contraste con el rostro, inexpresivo y pretérito. Por ello, esta obra posee la singularidad de servir como una llave entre dos épocas de la estatuaria clásica griega, al mantener vivas características del periodo o estilo severo y ser transición para el estilo clásico. Obra exenta, como un buen número de las esculturas griegas, dotadas de entidad propia y dispuestas para decorar los templos o los espacios públicos.

Paralelamente, hay que interpretar el arte, como (siempre) medio de conocimiento de la sociedad a la que pertenece, por lo que nos explica silenciosamente que, llegó un momento en la historia en que los artistas (y quienes encargaban estas piezas) ampliaron su mirada, abrieron el abanico de intereses y, se fijaron en el ser humano y no únicamente en los dioses para sus creaciones. El hombre empezaba a ser medida de todas las cosas, sin romper la vinculación entre lo humano y lo divino.

Aquel hombre victorioso ha pasado a la historia sin nombre pero, forma parte de uno de los iconos de la estatuaria griega. Desconozco si los héroes deportivos y sus bustos y estatuas que les han realizado en sus ciudades aguantarán tanto tiempo como el aquí representado; no obstante, sí que seguirán siendo iconos de un deporte determinado y espejo de unos intereses de la sociedad contemporánea. ¿Alcanzará alguno de los actuales deportistas esta inmortalidad? Únicamente el tiempo lo dirá.

Por último, hay que añadir que Dalí desarrolló una obra pictórica llamada El atleta cósmico con motivo de un encargo de la nación española debido a los Juegos Olímpicos de México´68.  Esta obra está claramente inspirada en la protagonista del artículo aunque, lamentablemente, debido a la imposibilidad de encontrar imágenes libres de derechos de la misma, no se ha podido añadir una al artículo pero, recomiendo encarecidamente que sea buscada.

Ricardo Ortega Olmedo.

Historiador del arte.

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460 a.C.

160 cm (altura).

Réplica en bronce que se exhibe en el Jardín Botánico de Copenhague, Dinamarca.

Fotógrafo: http://commons.wikimedia.org/wiki/User:Zserghei

Más información:

JENKINS, I. The Discobolus. The British Museum Press, Londres, 2012.

ROBERTSON, M. El arte griego. Alianza, Madrid, 1985.

http://recursostic.educacion.es/humanidades/proyectohistoriaarte/web/

http://www.elconfidencial.com/espana/2008-12-02/los-herederos-del-oleo-de-dali-llevaban-cuatro-anos-reclamando-al-rey-la-devolucion-del-cuadro_208066/

[Artículo actualizado el 04 de agosto de 2015]

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Acento cultural, número 9, mayo 2015, ISSN: 2386-7213

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