El ocio era una parte esencial en la vida de los romanos. En una sociedad en la que había multitud de formas y fiestas para entretener al pueblo, podemos destacar dos espectáculos que sobresalieron por encima del resto; las carreras de carros y los combates de gladiadores.

Hace poco tiempo, en un artículo anterior, vimos el desarrollo de una carrera de cuadrigas y las características del edificio destinado a tal fin: el circo. En el presente artículo veremos el funcionamiento y los elementos que hacían posible la escenificación de batallas, enfrentamientos navales y cacerías de fieras en el recinto llamado anfiteatro, donde la famosa figura del gladiador se batía en combate ante los gritos y aclamaciones del público.

El anfiteatro.

A diferencia del circo, que era una evolución de los estadios griegos, el anfiteatro no tiene ningún equivalente en ninguna otra cultura, es decir, fue una invención puramente romana. Al igual que casi todas las construcciones desarrolladas por los antiguos romanos, el anfiteatro seguía unos mismos patrones que se repetían en cada uno de ellos. El máximo exponente de esta clase de edificios es el anfiteatro Flavio, aunque ha pasado a la historia con otro nombre, Coliseo. Las obras se comenzaron en el año 70 d.C y se inauguró en el 80 d.C, bajo el gobierno del emperador Tito, siendo posteriormente ampliado y reformado por su hermano Domiciano. De forma elíptica, con 50 metros de altura, 189 de largo y 155 metros de ancho y una capacidad de 50.000 espectadores, el Coliseo es el mayor anfiteatro del mundo romano. Generalmente en estos edificios, las gradas (llamadas cávea) estaban divididas en varias zonas destinadas a las diferentes clases sociales, los senadores, magistrados y personas de alta clase se sentaban en las primeras filas, mientras que la plebe, las mujeres y los esclavos y clases pobres, ocupaban las zonas intermedia y alta respectivamente.

Para protegerse del sol, los romanos instalaron un toldo desplegable llamado velarium que, en el caso del Coliseo, era manejado por los marineros de la flota de Miseno. El exterior del recinto estaba formado por una o varias plantas de arcadas, dependiendo del número de gradas. En los anfiteatros más grandes, como el Coliseo, había unos subterráneos en los que se guardaban las fieras y que contaban con rampas y montacargas para subirlas directamente a la arena, permitiendo representaciones realmente impresionantes. En la siguiente imagen podemos ver muy bien los subterráneos del Coliseo justo debajo de la arena y la estructura de las gradas:

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De Historiadormundo- https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=47249342

Los espectáculos del anfiteatro.

Todos hemos visto al general convertido en gladiador Máximo Décimo Meridio, protagonista de la película “Gladiator”, batirse en la arena del Coliseo espada en mano contra enormes enemigos y fieras. Sin restarle mérito a este gran filme, hay que señalar que los combates de gladiadores y las cacerías de fieras eran muy diferentes a como vemos, y no eran los únicos enfrentamientos que los espectadores romanos podían ver en el anfiteatro.

La figura del gladiador, el guerrero que lucha en la arena, es mucho más complicada de lo que parece. En primer lugar su nombre es un derivado de la palabra que los romanos utilizaban para referirse a las espadas, gladius, de modo que “gladiador” viene a significar “el que usa la espada” o “espadachín”. Además, los combates de gladiadores tienen su origen en un ritual religioso que se realizaba en los funerales. Normalmente estos guerreros eran esclavos o prisioneros de guerra a los que se les adiestraba específicamente para este fin, aunque también podemos encontrar casos en los que los gladiadores fuesen voluntarios, quizá personas que vivían en un estado de marginación social debido a la pobreza y que escogían esta peligrosa profesión en la que, si llegaban a tener éxito, podían alcanzar grandes cantidades de dinero y riqueza. Los gladiadores eran entrenados en escuelas especializadas, como la de Capua, donde se produjo la rebelión de Espartaco, y bajo la supervisión del preparador, llamado lanista. Los tipos de gladiador son de lo más variado, incluso encontramos la figura de la gladiatrix, la mujer gladiadora. Atendiendo a la habilidad y capacidades de cada combatiente, se especializaban en un determinado tipo de lucha, de modo que podemos distinguir varias clases de gladiador que utilizaban armas e indumentaria característica. Un gladiador victorioso, a pesar de pertenecer a una clase social bajísima, la que los romanos llamaban infame, podía alcanzar grandes cotas de popularidad y prestigio.

Los combates comenzaban con una presentación de las armas y el sorteo de las parejas. Es famosa la pronunciación de la fórmula morituri te salutant, que significa los que van a morir te saludan, sin embargo no sabemos si esto se hacía en todos los combates o si se pronunciaba sólo de vez en cuando o en determinadas ocasiones. En el transcurso del enfrentamiento, los contendientes estaban en todo momento vigilados por un juez que velaba porque prevaleciesen las normas del combate. Hay que entender que los romanos esperaban ver un gran espectáculo en el que ambos luchadores ofreciesen una lucha emocionante y prolongada, y que, dicho sea de paso, no siempre terminaba con la muerte del gladiador vencido. Si el público consideraba que el derrotado había combatido con honor por lo general se le perdonaba la vida y podía pelear otro día. Otra de las imágenes clásicas que nos ha transmitido el cine es la del pulgar hacia abajo o hacia arriba para dictaminar la muerte o la vida del vencido en la arena, lo cierto es que no se sabe con exactitud si esto es cierto o no. Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que los combates de gladiadores eran un equivalente, salvando las diferencias, al moderno boxeo, y que primaba el espectáculo por encima de la sangre.

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Mosaico en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid  que muestra un reciario llamado Kalendio luchando contra un secutor llamado Astyanax. El Ø signo por el nombre de Kalendio implica que lo mataron después de rendirse. (www.commons.wikimedia.org)

Estos combates solían celebrarse durante la tarde, el acto final a una jornada de espectáculos en el anfiteatro que comenzaban por la mañana con una o varias cacerías de fieras salvajes y luchas entre animales llamadas venationes. Estos actos tenían una gran importancia política pues servían para demostrar que el poder romano era tan grande que le permitía traer animales enormes, exóticos o peligrosos desde cualquier parte del mundo conocido únicamente para disfrute del pueblo. Hacia el mediodía se producían ejecuciones de prisioneros y condenados y podía salir a la arena un tipo de luchador llamado andabatae, que solían ser prisioneros a los que se les colocaba un casco sin visera impidiéndoles la visión, y se les armaba con una espada obligándoles a batirse a muerte a ciegas. Ya hacia la tarde tenían lugar los auténticos combates de gladiadores profesionales.

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Pintura procedente del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida. www.commons.wikimedia.org

Otro espectáculo popular eran las llamadas naumaquias, representaciones de combates navales que se celebraban en grandes recintos que permitían meter auténticos buques de guerra. Incluso en el Coliseo podía inundarse la arena para simular estas batallas. Sin duda, ver los enormes barcos, repletos de hombres y remeros, batirse en una gigantesca piscina rodeada de gradas debía ser un espectáculo impresionante.

Vencedores y vencidos.

Ahora que ya sabemos qué era un anfiteatro y qué espectáculos se celebraban en él, nos queda una cosa que no por mencionar la última es menos importante, y es la siguiente cuestión: ¿Qué sucedía con los gladiadores victoriosos y los derrotados? Los vencedores recibían las llamadas palmas de la victoria y una cantidad de dinero, si un gladiador lograba repetidas victorias podía llegar a ahorrar una cantidad significativa y obtener finalmente una rudis, la espada de madera que simbolizaba su libertad. Esa era la mayor aspiración de un gladiador. En el caso de los derrotados podían suceder dos cosas, que el público votase su muerte, en cuyo caso era ejecutado en la arena por el gladiador victorioso o que, habiendo ofrecido un combate honorable, se le salvase la vida y una vez curadas sus heridas, pudiese volver a luchar. Cosa que sucedía a menudo.

 

Fin de los combates.

Los espectáculos de gladiadores y cacerías eran muy populares, tanto que continuaron celebrándose un tiempo después de la implantación del cristianismo, aunque como muchas otras costumbres consideradas paganas, terminaron por desaparecer. Los juegos gladiatorios fueron los primeros en ser suprimidos y las cacerías desparecieron en el siglo VI.

La inmensa mayoría de los anfiteatros romanos repartidos por los territorios del viejo Imperio fueron desapareciendo poco a poco, víctimas del abandono o del expolio continuado a través de los siglos. Sin embargo, aún quedan algunos, como el propio Coliseo, o los anfiteatros de Itálica, Segóbriga, Tarragona, y otros diseminados por más países, que al visitarlos, nos permiten, aunque ya sólo queden ruinas, revivir uno de los más célebres episodios del pasado romano.

Daniel Cuadrado Morales.

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Gladiadores, espectáculos sangrientos para el pueblo. by Daniel Cuadrado Morales is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International License.

Acento Cultural, número 31, marzo 2017, ISSN: 2386-7213.

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