Juan Torres Grueso.
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El 26 de enero del año 2012 se celebró un evento para homenajear a Juan Torres Grueso. Este fue el texto de la presentación:
«Desde el Área de Cultura del Excelentísimo Ayuntamiento de Tomelloso, la Biblioteca Municipal, y ACENTO, Asociación Cultural de Estudios de Tomelloso; queremos rendir un sentido homenaje a esta figura que tanto nos ha dado en el centenario de su nacimiento. Este acontecimiento es el primero de una serie de actividades que comienzan hoy y cuyo objetivo fundamental es recordar a este poeta, un poeta nuestro.
¿Y por qué en este día? Porque un día como hoy (26 de enero), hace 100 años, nació en Tomelloso un hombre que se enfrentó a su vida, su trabajo y sus pasiones con la entereza del carácter que esta tierra otorga. Autodidacta, luchador, constante y amante de un pueblo por el que se partió el alma, y que siempre fue objeto de su talento literario como musa de su pluma.
Fue poeta y escritor por nacimiento, y por responsabilidad, alcalde entre 1967 y 1969. Entre los logros y méritos conseguidos por este buen hombre destacamos su ya mencionado puesto de alcalde de Tomelloso, tiempo que, aunque breve, fue suficiente para hacerse con el cariño y el apoyo de todos los tomelloseros, dejando constancia de su labor a través de la ansiada plaza de toros, o con la construcción de un símbolo exclusivo de esta localidad como es el bombo que formaría parte del Museo del Carro.
Tras la publicación en 1955 de su primera obra poética “Tierra Seca”, ofreció varias conferencias en los Ateneos de Madrid y Sevilla, así como en la Academia de San Dionisio de Jerez de la Frontera. Fundó y dirigió, junto a José Antonio-García Noblejas y Pascual-Antonio Beño, las “Reuniones Literarias de la Colgada” en 1964, y al año siguiente, tras la publicación de “Ahora que estoy aquí”, se le concedió una beca de la Fundación Juan March para escribir sobre los emigrantes españoles en Europa, lo que le llevó a viajar por Francia, Suiza, Alemania, Bélgica y Holanda. También fue asiduo escritor en prensa regional y nacional como Lanza, ABC o Blanco y Negro.
Apartado ya de las labores políticas, recibió la Cruz del Mérito Militar. En 1973 fue nombrado Consejero de Número del Instituto de Estudios Manchegos, leyendo su discurso de ingreso tres años más tarde. Y por el amor que profesaba hacia su tierra, por ser manchego de pura cepa, nuestro pueblo vecino quiso reconocer su incansable labor concediéndole en 1977 la Medalla de Oro de la Ciudad de Argamasilla de Alba.
Amor y fe fueron las lanzas de su vida. Creyente sincero y entregado a Dios, confeso de los males que otros hicieron. Sus obras son el reflejo de una persona que se entregó y se vació en versos de sentida nostalgia y profunda humildad.
Su poesía, clara y llana como la atmósfera que nos rodea, no tiene engaños. Vistió sus sueños y pesadillas con una lírica auténtica, hecha de sangre, sudor y lágrimas, siempre en constante reflexión con el imparable tiempo y el futuro que a todos nos espera.
Vocación de escritor en manos de un labriego, de ahí que sembrara en sí mismo la semilla de la lectura para alcanzar los frutos de la razón. Sin olvidar nunca lo que fue, lo que hizo y de dónde vino, dedicando sus versos a quienes sentía como hermanos.
¡Cuántos reyes y señores quisieran que palabras como las suyas hubieran sido para ataviarles del lujo de la pervivencia eterna! Pero fueron los campesinos quienes las recibieron, engalanando su dura realidad de labriegos con el sempiterno galardón de la honradez como muestra de hondo respeto.
Hace treinta años que nos dejó caminando solos por estos llanos parajes, tierras labradas a fuerza de perseverancia, bebiendo las mismas raíces de las que él supo sacar el decantado jugo más intenso. Y treinta años después, cien desde que llegó a la vida, debemos ser conscientes de lo mucho que hizo por Tomelloso.
Así pues, en esta fecha tan especial, son las jóvenes generaciones de paisanos suyos las que ensalzan su figura de la mejor forma posible, con la lectura de algunos de sus poemas.
Finalizando con la breve semblanza del poeta, Torres Grueso, hay que decir que hizo de La Mancha su otra mujer, y a ella también le juró amor eterno.
Expresó la esencia de su tierra catalizándola en palabras sentidas de insondable estremecimiento, como López Torres dio color a la misma conversión al lienzo o la tabla. Año a año, vendimia a vendimia, poema a poema, Torres Grueso alabó las virtudes y escribió las huellas de una Mancha que algunos de nosotros no hemos conocido. Pero gracias a él, conocemos, sentimos y nos enorgullecemos de pertenecer a este lugar, Tomelloso».
Ricardo Ortega Olmedo.